25 de septiembre de 2006.
Día de mi llegada a Barcelona.
Día en que empezó mi aventura en el extranjero.
Cuando llegué era de noche. Habría tenido que hacerlo de día, pero, por un retraso no logré tomar el avión que había reservado y cogí el de la noche.
Era la primera vez que viajaba sola tan lejos de mi casa, pero no estaba asustada. Estaba feliz, y me sentía libre. Profundamente libre.
Saliendo del aeropuerto había una neblina rara, muy cálida, hecha de una mezcla de humedad y luna, como una manta que envolvía la ciudad, y todo parecía emanar un luz espectral, pero al mismo tiempo familiar, y de esta manta lunar solo salían las palmeras y los taxis amarillos, como los que se ven en las películas.
Esa fue la primera impresion y la que aún me queda de Barcelona, la unica que me acuerdo haber tenido desde siempre: soledad y luz.
Todo era tan raro: el olor, el atmósfera, la gente; pero me sentía a gusto, como en casa.
Cogí un bus que no sabia donde me iba a llevar, y cómo gúiada por una energía mágica me encontré en frente de la Universidad: un lugar único, encantador.
Una finca muy antigua me miraba cómo para darme la bienvenida contándome su historia, y las de todos los que pasaron por allí, pero también cómo para avisarme de que tuviera cuidado.
Así empezó mi recorrido por calles desconocidas, donde hablaban un idioma que no entendía o que a lo mejor entendía muy poco. Y yo, pequeña extranjera recién llegada, con su maletón y su mochila, con sus sueños en el cajon y su vida que pedía ser vivida, no se como me encontré en el hostal.
Cuando llegué era de noche pero todo lucía como bañado por la luz de un sol tropical.
Todo reflejaba mi luz interior y mis ganas de descubrir y de aprender.
Todos los deseos que luchaban en mi desde que tenia dieciséis\diecisietes anos de ir a vivir en otro país, para ver con mis ojos lo que hay en el mundo, de vivir mi vida.
En esa noche mágica, en esta ciudad milagrosa, todos mis sueños estaban teniendo la oportunidad de hacerse realidad: en aquel momento yo estaba dibujando mi futuro, o por lo menos había sacado el boli y el papel para empezar a hacerlo.
Día en que empezó mi aventura en el extranjero.
Cuando llegué era de noche. Habría tenido que hacerlo de día, pero, por un retraso no logré tomar el avión que había reservado y cogí el de la noche.
Era la primera vez que viajaba sola tan lejos de mi casa, pero no estaba asustada. Estaba feliz, y me sentía libre. Profundamente libre.
Saliendo del aeropuerto había una neblina rara, muy cálida, hecha de una mezcla de humedad y luna, como una manta que envolvía la ciudad, y todo parecía emanar un luz espectral, pero al mismo tiempo familiar, y de esta manta lunar solo salían las palmeras y los taxis amarillos, como los que se ven en las películas.
Esa fue la primera impresion y la que aún me queda de Barcelona, la unica que me acuerdo haber tenido desde siempre: soledad y luz.
Todo era tan raro: el olor, el atmósfera, la gente; pero me sentía a gusto, como en casa.
Cogí un bus que no sabia donde me iba a llevar, y cómo gúiada por una energía mágica me encontré en frente de la Universidad: un lugar único, encantador.
Una finca muy antigua me miraba cómo para darme la bienvenida contándome su historia, y las de todos los que pasaron por allí, pero también cómo para avisarme de que tuviera cuidado.
Así empezó mi recorrido por calles desconocidas, donde hablaban un idioma que no entendía o que a lo mejor entendía muy poco. Y yo, pequeña extranjera recién llegada, con su maletón y su mochila, con sus sueños en el cajon y su vida que pedía ser vivida, no se como me encontré en el hostal.
Cuando llegué era de noche pero todo lucía como bañado por la luz de un sol tropical.
Todo reflejaba mi luz interior y mis ganas de descubrir y de aprender.
Todos los deseos que luchaban en mi desde que tenia dieciséis\diecisietes anos de ir a vivir en otro país, para ver con mis ojos lo que hay en el mundo, de vivir mi vida.
En esa noche mágica, en esta ciudad milagrosa, todos mis sueños estaban teniendo la oportunidad de hacerse realidad: en aquel momento yo estaba dibujando mi futuro, o por lo menos había sacado el boli y el papel para empezar a hacerlo.
26 de septiembre de 2007
Hoy llego otra vez, después de unas vacaciónes en la que siempre había llamado mi ciudad.
Llego para volver a mi casa, llego para volver a mi vida, ya que ahora mi vida está aquí.
Ahora, cuando camino por las calles, ya no me parece de escuchar sonidos raros, a veces me encuentro pensando que siempre he hablado este idioma tan familiar, a veces me sucede de creer en haber vivido en Barcelona una vida pasada de tanto que estoy acostumbrada a ella.
Cuando acabo de salir del aeropuerto no solo me siento en una ciudad conocida, estoy en una ciudad conocida; querida y odiada (como todo lo que se ama de verdad).
Otra vez llego de noche y cuando el bus me para en la plaza de la Universidad solo me queda la posibilidad de sentarme en los bancos y allí me reconozco a mi misma, con un año mas.
Un año mas....cuantos días, cuantas horas, y aún con los mismos sueños, cumplidos a medias o tal vez simplemente en obra. Miro a mi alrededor, y veo Barcelona. Y veo todo lo que he hecho este año.
Todas las dificultades, todos los desafíos diarios, todas las pequeñas victorias y las grandes luchas. Y veo todo lo que hago cada día para vivir aquí, y veo todo lo que hacen las personas que me quieren para animarme. Y pienso en Barcelona.
Y pienso en todo lo que he conocido y todos los que he conocido.
Los pequeños descubrimientos de una cultura distinta a la mía: el pan con tomate, la sardana, el Parc Güell, la Pedrera, la tortilla, las patatas bravas, el cortado, la rambla...todas cosas que poco a poco han empezado a formar parte de mi, y que cuando salgo de Barcelona echo mucho de menos.
Y más, pienso en todas las veces que vuelvo del trabajo.
Subo del metro en la Plaza de España y me encuentro en frente a los monumentos y a las banderas, miro el museo y las fuentes, y a veces me doy cuenta de que yo vivo aquí, y me agarra un sentimiento extraño, como de felicidad, como de realización total de un sueño, como de plenitud. Y me encuentro tan llena de vida.
Otras veces, al contrario, advierto la necesidad de huir, de sentir demasiado la lejanía de mi novio, el peso de vivir sola, el echar de menos a mi familia y a mis amigos de toda la vida, pero ¿como se puede huir de un amor, de un lugar que te atrapa y no te deja? ¿de una atracción fatal, de una vida vívida?
Y me siento en las escaleras de la plaza y miro mis manos y en todo esto pienso que, sin embargo, Barcelona es la ciudad de los prodigios.
